Y dentro de España, Ciudad Real es una de las provincias con una mayor presencia de rumanos. Según Daniel Comanita, presidente de la Asociación Hispano-Rumana de Castilla-La Mancha, entre 22.000 y 24.000 naturales de este país viven en la provincia. Un ejemplo de la importancia que ha cobrado esta comunidad es el hermanamiento que el Ayuntamiento de Ciudad Real tiene con la ciudad rumana de Tergoviste, y el que también existe entre Alcázar de San Juan y Pucioasa. Otro es la próxima apertura en la capital de segundo Consulado de Rumanía en España, que será además la primera oficina consular de un país extranjero que se establece en la capital. Ante este panorama, ¿no va siendo hora de conocer mejor a estos nuevos vecinos? por trabajo o por la familia
La mayoría de los rumanos vienen a España en busca de trabajo y de unas condiciones mejores de vida. Es el caso, por ejemplo, de Stefania. Casada y con dos hijos, lleva un año viviendo en España, pero hace nueve meses que vive en la provincia. Antes de venir aquí pasó tres meses en Benidorm con unos familiares, para luego irse a vivir a Daimiel, y más tarde a Ciudad Real. Actualmente se gana la vida limpiando casas, y con su sueldo tiene que arreglárselas para mantener a su familia, ya que su esposo, un electricista que trabajaba en la construcción, ha quedado en paro a causa de la crisis que azota a este sector en España.
Los comienzos fueron duros para Stefania. Al principio no encontraba empleo, lo que ya es una situación desesperante, pero que se vuelve aún más grave cuando se tiene que mantener a dos hijos. Ahora, su sueldo como empleada de hogar apenas le da para pagar el alquiler y las facturas y mantener a su familia; la situación de desempleo de su marido se ha hecho notar en la economía doméstica. A pesar de todo, no se arrepiente de haber venido, y no tiene pensado regresar a su país. Allí, explica, le pagarían aproximadamente la mitad del salario que cobra en España por el mismo trabajo, y con eso no podría ni “comprar algo a los chicos”.
Si el de Stefania es un caso típico, el de Maria es algo más inusual. Ella vino a Ciudad Real en un principio para hacer compañía a su hija, que estaba viviendo sola en la capital. Lo que empezó siendo unas meras vacaciones se acabó convirtiendo, en sus propias palabras, en “cinco años y pico” de estancia en el país. A lo largo de todo este tiempo, su otra hija y su hijo también vinieron a Ciudad Real, y Maria vive hoy día con este último.
En todo este tiempo, ha sido empleada de la limpieza del hogar y de la cocina, vendimiadora y otras muchas cosas más, y ahora mismo está contratada como cocinera. Ella confiesa estar capacitada para trabajos de los más variopinto, desde fontanería a la conducción de tractores, como ejemplo afirma que se ha encargado de todas los arreglos de averías en su hogar.
Sobre la posibilidad de volver a Rumanía, tiene claro que sólo lo hará para visitar a su anciana madre, y sólo porque esta quiere vivir sus últimos días en su casa de toda la vida. El resto de la familia de Maria está aquí, y la hija por la que vino inicialmente está ahora casada con un chico español. Su sueño ahora es visitar otros rincones de España, como Toledo, Galicia o Asturias, ya que nunca ha salido de la provincia.
Facilidad con el idioma
Entre los rumanos residentes en España también hay algunos estudiantes con beca Erasmus. Es el caso de Madalina y Roxana, que vinieron hace dos años por esta razón. Roxana, que estudia Empresariales, vino porque su madre trabaja en Madrid; Madalina, que terminó su licenciatura en Derecho aquí, eligió España por parecerle un país “más cercano” en cuanto a carácter y forma de ser de sus gentes, y por tener un idioma fácil de aprender.
Y es verdad que el español parece fácil de aprender para un rumano, ya que ambos idiomas vienen del latín, y el parecido entre sus palabras es notable. Pero, por si fuera poco, hay otro factor que contribuye a facilitar el aprendizaje: la televisión rumana. Entre los programas que emite hay algunas telenovelas sudamericanas, y esa es la vía por la que muchos de los rumanos que vienen a vivir a España, como Stefania, tuvieron su primer contacto con nuestra lengua, con lo que tuvieron más fácil manejarse en el día a día hasta hablarlo con fluidez.
También puede influir el esfuerzo que los niños y jóvenes rumanos ponen a la hora de estudiar; buena prueba de ello es que tanto Andrei como Andrea, los hijos de Stefania, se expresan con soltura en español pese a llevar sólo un año aquí. Al respecto, Roxana dice que los estudiantes españoles, en general, no se esfuerzan tanto como ella y sus compatriotas, pese a tener instalaciones mucho más modernas y profesores muy bien preparados.
Si el español es fácil para los rumanos, eso también significa que el rumano puede ser fácil de aprender para los españoles. De hecho, Madalina compagina sus actuales estudios de posgrado con clases vespertinas de rumano. Los asistentes suelen ser funcionarios que desean aprender el idioma por su trabajo, pero los hay que lo estudian por otros motivos: sin ir más lejos, en su grupo actual también hay un niño de diez años de origen argentino.
Discriminación
A pesar de sus diferentes circunstancias y motivos para venir a nuestro país, todas estas mujeres tienen en común haber sufrido, como muchos otros compatriotas suyos, discriminación por su procedencia. Esta forma de racismo parece manifestarse con más frecuencia en la búsqueda de vivienda. Stefania cuenta al respecto cómo en ningún piso le aceptaban por ser rumana, y que hizo falta la mediación de la Asociación Hispano-Rumana para que consiguiera por fin un lugar para vivir. Roxana, por su parte, sólo escuchó al dueño de un piso admitir que no alquilaba a rumanos, pero otros sitios a los que llamó resultaban estar ya completos apenas mencionaba su nacionalidad.
Otro aspecto en el que aparece este trato desigual es el mundo laboral. Maria se queja de que en casi ningún trabajo le quisieron hacer un contrato, ni darle los codiciados papeles que regularizarían su situación. Ni siquiera cuando Rumanía se convirtió en socio de la Unión Europea mejoró la situación. Ahora, por suerte, tiene un contrato en su puesto actual, pero está viendo retrasado su sueño de montar un negocio propio debido a las trabas que le ponen en el Ayuntamiento.
Por desgracia, la discriminación no se queda limitada a estas situaciones, sino que también se manifiesta de maneras más directas y aún más desagradables. Maria en concreto sufrió una mala experiencia en un restaurante en el que fregaba los platos. Su patrón le cortaba el agua caliente y no le daba suficiente lavavajillas para hacer su trabajo, y luego la reprendía cuando los platos y cubiertos no quedaban lo bastante limpios, llegando a insultarla cuando ella le explicaba que no pdía hacer más con agua fría.
A pesar de esta mala experiencia, Maria no tarda en matizar que ese empleador en particular también ejercía un trato vejatorio sobre los demás trabajadores, fueran inmigrantes o no, y tanto ella como Madalina y Roxana enfatizan que entre los españoles hay gente buena y mala.
Las cuatro mujeres son mucho más críticas con la visión que los medios de comunicación han dado tradicionalmente de los rumanos. Les reprochan que sólo hayan prestado atención a los que cometen delitos, olvidando que la mayoría viene aquí a trabajar y labrarse un futuro. La discriminación que sufren, vienen a decir, es en gran medida un resultado del retrato deformado que han dado de su gente.
Por suerte, la situación parece haber mejorado algo en los últimos años, admite Roxana. Cada vez más personas van conociendo mejor a la comunidad rumanaespañola, y descubriendo que la mayoría sólo quieren ganarse la vida y prosperar. Igual que nosotros cuando fuimos a Alemania.
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