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miércoles, 1 de octubre de 2008

Chabolas en el parque

El drama de la inmigración se deja notar en la ciudad albaceteña ante la llegada del frío y las lluvias y «la inadecuación de los recursos municipales» con esta realidad

Un nuevo asentamiento chabolístico de inmigrantes ha aparecido en unas obras situadas detrás del Centro de Atención a las Personas sin Hogar, a escasos metros de la Comisaría del Cuerpo Nacional de Policía, en el Parque Lineal.

Tras un verano en el que los inmigrantes han estado viviendo en el Parque Lineal, con la llegada del frío y de las lluvias se ven obligados a construir sitios en los que cobijarse. Aunque la alcaldesa haya declarado durante este periodo que no había inmigrantes asentados en este parque, «desde el colectivo hemos avisado de que sí los había, pero al Ayuntamiento sólo le interesan los recursos, inadecuados con la realidad», declaró a La Tribuna Javier Marcellán, responsable del Colectivo de Apoyo al Inmigrante en Albacete.

Sobre las causas que llevan a estas personas a construir chabolas en Albacete, Marcellán fue directo y claro. «El Ayuntamiento no prevé las situaciones, en el campamento de la Dehesa hay unas 200 plazas y está repleto, por lo que este verano ha habido unos 80 inmigrantes en el Parque Lineal y ahora, con la llegada de las lluvias y el frío, construyen chabolas donde menos te lo esperas».

Es fácil de comprender que los inmigrantes decidan situarse en esta zona, dada la proximidad del albergue, donde llegan los nuevos inmigrantes, conocidos o familiares en algunos casos, a los que se les permite estar tres días alojados. Además, «la Casa de la Solidaridad está cerca, y es allí donde gestionan las plazas de La Dehesa», comentó.

La inmigración es un fenómeno que, desde unos años atrás, se manifiesta en Albacete, como también lo hace en el resto de España. Los asentamientos ilegales se vienen dando en lugares de la provincia, sobre todo en los meses estivales, cuando los inmigrantes son contratados para desempeñar tareas agrícolas. De este modo, los rumanos, ciudadanos de la Unión Europea, «tienen permiso de residencia, tienen contrato laboral, pero no tienen un lugar de residencia», explicó Marcellán. Bien distinto es el caso de los africanos que llegan a nuestro país. Las condiciones infrahumanas a las que se ven sometidas en sus países de origen hacen que salgan de ellos en pateras o cayucos. «Llegan a Canarias, donde están 40 días» y, después de ello, ante la imposibilidad de deportarlos por desconocimiento del origen, «les montan en un avión hacia la península y, de este modo, llegan a Albacete, a Madrid o a Valencia, dependiendo de dónde tengan familiares o conocidos», narró.

En estos lugares estarán viviendo con el status de ilegales, «si cometen alguna fechoría se deportarán, sino estarán danzando durante tres años hasta que puedan demostrar que llevan este tiempo en el país y consigan un contrato de trabajo para regularse, otra opción es conseguir una promesa de un futuro contrato de trabajo y viajar a su país para hacer como que les contratan desde allí, lo cual es bastante improbable que se llegue a conseguir». Además, la administración cada vez pone más trabas al proceso.

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