La Tribuna de Toledo
Un recurso de gran valía para los inmigrantes. La Coordinadora de Asociaciones de Inmigrantes de Castilla-La Mancha mantiene un piso de alquiler en Buenavista, gracias a la Junta de Comunidades, para ayudar en la convalencencia médica de inmigrantes
Francis, de pie, mira con sus grandes ojos africanos la televisión, pero apoya parte de su cuerpo en una silla para descansarse. El esfuerzo para adaptarse a su enfermedad medular irreversible y su recuperación exigen fuerza y ánimos para ganarle la batalla a su patología. De ánimos se encuentra regular, ni bien ni mal, pero su cabeza da vueltas porque quiere conseguir un trabajo. De momento, este joven africano de 23 años está esperando regularizar su situación, pero iniciará un curso de castellano este mes para deshacerse de la barrera del idioma, que tantos tropiezos ocasiona en la integración de los inmigrantes, y continuará con su recuperación mientras comparte techo con Valentín, un chico rumano que sufrió un accidente de moto y ahora tiene que aprender a manejarse con su silla de ruedas. Los dos sufren una lesión irreversible, muchos meses en el Hospital Nacional de Parapléjicos y un mismo techo temporal en el barrio de Buenavista.
Gracias al proyecto que comparten la Coordinadora de Asociaciones de Inmigrantes de Castilla-La Mancha y la Junta, Francis y Valentín pueden recuperarse tranquilamente porque viven en un piso alquilado para estos fines en la Avenida de Irlanda número 6.
En esta vivienda, totalmente adaptada para minusvalías, actualmente sólo viven estos dos jóvenes, pero en los últimos meses han pasado cinco inmigrantes más. Marcelo sufrió una lesión en el tendón de aquiles, estuvo hospitalizado un tiempo, se recuperó y volvió a Bolivia junto a su mujer y su hijo para montar un locutorio. Rachid tuvo un accidente laboral cuando trabajaba ilegalmente en una finca, estuvo hospitalizado por un par de fracturas en una pierna, y terminó regresando a la finca con un contrato. El resto de inmigrantes también estuvo residiendo en esta vivienda mientras se recuperaba de sus lesiones.
La forma de acceder a este recursos es a través de hospitales y centros de salud. Suelen ponerse en contacto con la asociación desde cualquier rincón de Castilla-La Mancha cuando detectan la falta de recursos de inmigrantes convalecientes. Una vez detectada la necesidad, se comprueba que éste sea mayor de edad y la Delegación de Bienestar Social y el propio colectivo valoran el caso y le ofrecen una acogida temporal de tres meses, prorrogables si la persona convaleciente necesita más tiempo para recuperarse.
La trabajadora social de este proyecto, Silvia Román, explica que durante la estancia en esta vivienda los inquilinos pueden estudiar algún curso formativo, como está haciendo Valentín con uno de informática para trabajar en una empresa, aprender castellano en caso de que todavía tengan dificultades con el castellano y, sobre todo, intentar reunir todos los papeles necesarios para su regularización, algo que ronda en la cabeza de todos.
«Casi todos los inmigrantes que salen del piso terminan quedándose a vivir en Toledo por su vinculación al Hospital de Parapléjicos», cuenta Román. Quiere dejar claro que cuando el inmigrante está recuperado y abandona la vivienda «no se queda en la calle». La Coordinadora de Asociaciones de Inmigrantes y los técnicos que trabajan en este recurso valoran la situación, si tiene trabajo y vivienda o se le deriva a otro recurso social de la Junta. Por este piso alquilado suelen pasar entre 15 y 20 personas al año, casi todos hombres. «Sólo han estado aquí tres mujeres en estos años». La trabajadora social recuerda el caso de una joven africana que había sufrido un accidente de coche y se quedó parapléjica. Una vez que estuvo recuperada solicitó su regularización, que no tuvo problemas en obtener porque disponía de bastante dinero.
Convivencia.
El piso es una mezcla de culturas y de países, pero esta peculiaridad enriquece la convivencia entre sus inquilinos. «Se promueve desde el momento en que entran a vivir en el piso, pero ellos ya lo saben y se ayudan mucho unos a otros». Román se acuerda de las dificultades que tenía un chico en silla de ruedas para acceder a la urbanización por la cuesta del garaje. Y siempre alguno empujaba de su silla para que le costase menos. También se suele ofrecer algún voluntario para acompañar al que tiene problemas con el idioma. Y da lo mismo que el compañero sea rumano, sudamericano o marroquí. Ellos no miran las etiquetas de origen.
La permanencia en el piso exige unas normas básicas que ayudan a mantener una buena convivencia. Los inquilinos pueden entrar y salir libremente de casa, pero no pueden llegar más tarde de las 23 horas. También está prohibido beber alcohol, tomar drogas o estar vinculado a la prostitución. Y las normas más caseras exigen que cada uno limpie y deje en buenas condiciones el piso. Una tarea que inculca Jesús, el educador social ,para que cada uno, en función de sus limitaciones, pueda hacer algunas de las tareas. Los inmigrantes cuentan también con el apoyo de un auxiliar doméstico, que duerme por las noches en la vivienda por si alguno de los convalecientes necesita ayuda. Los tres profesionales que trabajan en este recurso están pendientes de las revisiones médicas o de las visitas al centro de salud. En caso de que la lesión sea muy reciente y presenten dificultades para acudir al hospital o al centro sanitario se pide una ambulancia. Pese a que la mayoría no tiene papeles, dispone de una tarjeta sanitaria de inmigrantes sin recursos o de un número de afiliación que abre las puertas a la atención médica.
En esta casa también hay lugar para el ocio. De vez en cuando, los profesionales que les atienden organizan escapadas al cine, al teatro o a dar un paseo, por ejemplo, para aliviar en parte sus costosas recuperaciones. Cada uno de ellos responde de una manera al periodo de convalecencia, algunos no se pueden creer que no puedan volver a caminar, otros sacan fuerzas todos los días, pero a todos les une la angustia por conseguir un trabajo por encima de todo.
A Francis y a Valentín todavía les quedan algunos meses de recuperación. Lo más difícil ya lo han superado. Ambos se levantan pensando en el futuro e intentan recuperar fuerzas con la rehabilitación. Francis todavía recuerda sus vivencias en Madrid y se muestra un tanto decaído cuando piensa que con su enfermedad es más difícil encontrar trabajo. En cambio, Valentín tiene más camino recorrido porque el curso de informática de Fecmes puede brindarle una oportunidad laboral. Pero uno y otro lograrán dejar atrás las dificultades cueste lo que cueste.
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