El Diario Montañes
Ramón Urbina, alcalde de Torre del Burgo (Guadalajara), reconoce que tuvo que esforzarse en la última reválida. El municipio español con (probablemente) mayor porcentaje de extranjeros ligados al mercado laboral es conocido como la pequeña Bulgaria del esparragal. Los últimos datos del INE (padrón a 1 de enero de 2008) hablan de una población de 153 personas, de las que 81 son foráneas, la mayoría ciudadanos búlgaros que trabajan en los cultivos. Sin ellos, la prosperidad se esfumaría y Torre del Burgo quedaría abocado a convertirse en un pueblo- dormitorio de la cercana capital de provincia, una visión no descartada por el alcalde -con espárragos o sin ellos-, pero eso será otra historia. El caso es que en las últimas municipales Urbina (PSOE) no lo tuvo fácil. «Y ahora mis oponentes dicen que gané gracias a los búlgaros. Puede que el próximo inquilino del Consistorio tenga esa nacionalidad».
La temporada ha concluido y muchos extranjeros marchan a otros lugares donde hay trabajo, pero siguen empadronados aquí. Doce familias mantienen la residencia permanente. En primavera, el sol espabila los espárragos y, al amanecer, hay que ir a los campos a cortarlos antes de que espabilen más de la cuenta, espiguen y se pierdan para el consumo. No hay un solo jornalero nacional, será porque después duelen los riñones. Cada inmigrante avanza por un surco y corta espárragos en dos hazas, izquierda, derecha, izquierda, derecha. Tras el almuerzo, al almacén a seleccionarlos por tamaños y empaquetarlos. A última hora de la tarde llegarán los camiones -también conducidos por inmigrantes- para cargar el producto. Hasta hace poco estos búlgaros eran trabajadores, simplemente. Las cosas han cambiado. Votaron en las últimas municipales (como comunitarios recién estrenados en el club) y pronto serán agentes de un cambio en el paisaje sociopolítico de ese municipio.
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